Estas navidades me reencontré con algunos antiguos compañeros de clase, mientras nos tomábamos un café nos pusimos a recordar anécdotas que habíamos vivido durante los años de instituto, la mayoría de historias tenían un factor recurrente, las instalaciones del instituto.
Aunque no éramos del todo conscientes el mantenimiento de las instalaciones influía notoriamente en nuestro día a día.
Mi instituto lleva en activo desde 1964 y desde entonces ha sufrido muy pocas modificaciones. Se puede decir que aunque no esté en un terrible estado tampoco estaba en uno bueno.
Un ejemplo de esto son los aseos pues las puertas no cerraban y en vez de cadena del váter teníamos un cable de electricidad cosa que en su momento pensábamos que era completamente normal pero ahora nos hemos dado cuenta de que esas no eran condiciones adecuadas.
Una de las anécdotas que recordábamos eran los días de lluvia pues el instituto se inundaba y habrían goteras por todas partes haciendo difícil el transcurso de las clases, aunque esto llegaba a ser divertido ya que todas las clases de mi curso salían al pasillo con su barco de papel y hacían carreras.
También recordamos la famosa aula de música la cual tenía un avispero dentro del marco de la ventana o la vez que nos suspendierón las clases por posible caída de palmeras.
En definitiva el mantenimiento no era para nada bueno pero conseguimos adaptarnos a ello pero claro siempre nos quedará la duda de como hubiera sido la experiencia en el instituto si las condiciones hubieran sido diferentes. En mi opinión hubiera sido mucho más fácil ir a clase ya que sería un espacio más adecuado para niños el cual fomentaría el estudio pero aunque pueda llegar a sonar prepotente mentiría si dijese que cambiaría las grandes anécdotas que me he llevado por una cadena de váter.